Andrés no lo podía creer. Semejante ejemplar de mujer acostado a su lado casi en bola. Estaban solos en el apartamento, luz tenue, música romántica, y él ni siquiera tuvo que seducirla. Ella solita se le medio empelotó en frente. De hecho él esperaba una pijama de pantalón largo y saco de lana, como cualquier persona normal en Bogotá.
Previously on “Le pasó a un amigo”: Andrés conoce a Catalina en una fiesta y queda impactado con el trasero mejor formado que haya visto. Empiezan a salir, ella le coquetea y lo invita a subir a su apartamento, «un día de estos a consentirme».
Una noche cualquiera, Catalina es víctima de un gran dolor de cabeza, ambos suben a su apartamento y ella se recuesta en la cama, hasta que Andrés (muy caballero según él, muy tarado según nosotros) le aconseja ponerse pijama y acostarse a dormir. Ella, como si nada, se quita la ropa FRENTE A ÉL y se le acuesta al lado. Ah, y no olvidemos la frase bomba: “Andrés, a mí no me gustan los besos. Me excita más una maratón de Bob Esponja.”
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Él se había prometido desde un principio que iría muy despacio con ella, porque la quería para algo serio. Luego se desencantó y la iba a dejar en una amistad. Pero… ¿tenerla en cucos y camiseta arrunchada junto a él y no hacerle nada? «¿Caballero? Caballero mis polainas» y se decidió a actuar.
Muchos hombres habrían hecho lo que él hizo, muy despacio para no espantar a su presa (acá también aplica la música de National Geographic): Consentirle el pelo para quitárselo de la cara —ella sonríe—, luego consentirle el cuello para sensibilizarla —ella se estremece— y de paso moverle la cara un poco y que quede a merced —ella hace cara de satisfacción—.
Acto seguido, Andrés sacó un poco el brazo que tenía debajo de ella, para poderse apoyar y acercarse. El punto de apoyo es clave en estas faenas. Decidido, pero no agresivo, se acercó a Catalina y la besó. Cata, inexpresiva y con voz entre-dormida le dijo «Andrés, no me des besos». Así, simple, definitivo… fulminante. Parecía tener mucha práctica, como si no fuera la primera vez que le pasaba. Su tono era tan indiferente como un «ve, hay una arruga en la sábana. Recórcholis».
Es como si no supiera que no tenía casi nada puesto y que le había pelado teta hace 2 minutos. La muy… MUY. Pero eso a Andrés no se le iba a olvidar tan fácil. Paró de besarla y se recostó de nuevo. «¿Y entonces? ¿Me quedo a ver qué pitos toca? ¿Me largo y me doy un duchazo de agua fría a ver si se me olvida todo?» Dudó un rato si seguir intentando, pero la miraba —le miraba todo eso— y se decía que el tema no podía morir así. «Si muero, muero en la batalla, dejándolo todo en la cancha», se dijo él. «OK, no la puedo besar, pero nadie ha dicho nada de no tocar» y le metió una mano debajo de la camiseta para acariciarle la espalda calientica.
Ella ya no era tan indiferente. ¡Se movía! Eso le dio confianza, ya no se sentía acariciando una estatua con calor humano ¡¡La niña sentía!! Por supuesto Andrés siguió acariciando dándose más y más ánimo, pero con precisión quirúrgica para no ir a disparar las alarmas de los sensores de movimiento…
… aunque no dejaba de ser extraño que todo esto pasara sin un besito de por medio. Sin dar mucho detalle -esto no es un relato erótico, no se emocionen- él logró quitarle la camisetica, luego el cachetero, y ella… sencillamente se dejó, casi inerte. Todo iba a pedir de boca —bueno, a pedir de mano porque pocón de besos— y justo cuando Andrés estaba listo para acostarse encima de ella y transportarse al cielo, Cata se volteó y le dijo «Ay Andrés, no. Me duele la cabeza, quiero dormir».
Si Andrés hubiese gritado como quería en ese momento, habrían volado espantadas hasta las palomas de la Plaza de Bolivar de Tunja. «¿¿PERO CÓMO ES ESTOOOOO?? ESTA VIEJA LOCA SE ME EMPELOTA EN LA CARA, SE ME ACUESTA AL LADO, SE DEJA QUITAR LA ROPA… ¿¿Y NO QUIERE NADA?? Viejas locas en esta vida ¡catr&%·=[BIP] malp[BIP]&”·!!»
Echándose baldados de agua fría mental se dijo «bueno… la verdad es que no tenía intenciones que pasara nada –yeah, right–. Todo es ganancia», se vistió y se fue. Espaldarazos pendejos, pero no había más por ahora. Por más que quiso convencerse de que se alejaría de ella, no pudo dejar de pensarla. Seamos sinceros: ¿cómo iba a dejar de pensar en esas escenas?
Pasados unos días ella lo llamó y salieron de nuevo. Salieron varias veces pero Andrés se mantuvo en su posición de no entrar al apartamento de ella. Eso de que lo dejen a uno desvestido y alborotado es una vaina muy jodida. Eso no se hace. Ella lo siguió invitando al apartamento, hasta que una noche fría él finalmente aceptó. Ya estaba muy convencido de que no quería que pasara nada y así no habría frustración.
Era casi media noche de un día laboral y hacía frío, mucho frío. Normal en Bogotá. Aparte Andrés tenía gripa, normal en Bogotá, así que tenía pocos ánimos. Cuando entraron al apartamento pasaron derecho a la habitación de Catalina, y ella le dijo «acomódate tranquilo, yo me voy a bañar» y se empezó a desvestir tranquilamente.
Normalmente eso podía significar mucho. Pero con Catalina eso podría significar todo y nada, más lo segundo que lo primero. Recordaba mucho esas sabias palabras que le dijo su abuelo en el lecho de muerte: «Andresito, mijito, cuando no sepas que hacer, no hagas nada.», pero ella dejó la puerta del baño entreabierta y él podía verla por momentos.
Veía porciones de piel muy bien puestecitos y bronceados. ¡Maldita sea, qué vieja tan tentadora! Durante dos eternos minutos él pensó de todo: «Si una mujer está sola en su apartamento e invita a un hombre que le tiene ganas manifiestas… Debe ser por algo, ¿no? Pero… Igual la vez pasada estábamos a estico y ella me mandó para mi casa. No, pero pues… Ese día tenía dolor de cabeza, pobrecita, y hoy está perfectamente. Pero… No, pero es que igual no le gustan los besos… ¿Qué le hago? ¿Le muerdo una teta como si nada? No, no, no puedo ser tan lanzado. Pero… Juemadre es que está muy buena. Pero… ¿Y si entro al baño? ¿Y si me saca a patadas? ¿Pero y si no?»
«Bueno, tengo dos opciones: o no hago nada y espero que salga, o me empeloto y me le meto al baño». Como no supo qué hacer, mezcló un poco de las dos: tan pronto ella salió de la ducha él se le metió al baño, sin desvestirse.
[Voz en off]: ¿Será que Catalina grita y lo saca de la ducha por pervertido? ¿Será que Catalina, literalmente, tira la toalla y cede a los intentos de seducción de Andrés? ¿Será que a Andrés se le quita la gripa? ¿Se despertará gritando a las 3 de la mañana, sudando y pensando que todo fue una pesadilla? ¿Será que mis vecinos dejan de hacer tanto ruido? ¿Será que algún día el América vuelve a ser campeón? ¿Será que empiezo a vivir de este blog? Las respuestas a varias de estas preguntas en el próximo capítulo de… “Le pasó a un amigo”.
Sí, ya sé que varios me están odiando, madreando y diciendo “este pedazo de… mequetrefe cómo es que sigue cortando la historia”. Bueno, no es mi culpa, así me la contaron. Y si la alargo mucho pasan varias cosas: ustedes no leen porque está muy larga y no tienen tanto tiempo, yo sigo escribiendo y termino publicando el otro año, dejo de trabajar en lo que me da plata y me echan del apartamento por no pagar arriendo. Es que no crean, escribir toma tiempo, y los blogueros también comemos y tenemos nuestro corazoncito y estomaguito y bocas que alimentar (así sea solo la mía).
Diciembre ha sido más ocupado de lo que pensé, así que no he podido concentrarme tanto como esperaba en mi estrategia para el 2022, pero ya empecé, por fin. Espero contarles pronto las novedades. Por si alguno quiere, le dejo el enlace a la suscripción a mi newsletter.
Como siempre, la banda sonora de la semana, para que bailen y esas cosas.
Acá puedes leer más de Le pasó a un amigo.
Eso es todo por esta semana. Feliz celebración, pásenla bueno en Navidad. ¡Chau!
También estoy en Facebook, LinkedIn e Instagram. Estoy empezando a aprender de TikTok.
Y a ratos escribo en El Tiempo.