Andrés fue a esa reunión de cumpleaños sin mucho entusiasmo. Seguramente sería como todas las demás reuniones, pero con gorrito y pitos; llegó al bar, sin ganas, y saludó a todos los conocidos en la mesa. Sólo había una persona que no conocía así que se presentó. Ella tenía una cara muy bonita, como hacía rato no se cruzaba en la vida de Andrés.
Catalina hablaba diferente y alegre, tenía una conversación interesante; en otras palabras, el checklist de Andrés estaba bien avanzado… hasta que ella se levantó al baño. «Dios mío, qué culazo», se dijeron mentalmente todos los hombres con la mirada. Hasta los de la mesa de al lado dejaron de hablar para verla caminar. Eso le daba como cuatro check más en la lista. «Carajo, tengo que conocerla mejor».
Pasados unos días Andrés se animó a llamarla. Por supuesto no podía llamarla al día siguiente: «ni de riesgo voy a ser un intenso», pero tampoco que pase mucho tiempo como para que Catalina se olvide de quién es él. Mejor dicho, le aplicó la regla de los tres días. Finalmente, varios días y llamadas después, salieron. Fueron a cine, se divirtieron y disfrutaron mucho su compañía. Cata es muy cinéfila así que sus planes más frecuentes eran ir y hablar de cine. «Carajo —de nuevo—, aparte de todo Cata es muy inteligente».
Andrés decidió que quería algo serio con ella. «Quiero algo serio con ella», se dijo.
Como no quería que fuese una más, alguien pasajero, prefirió tomar las cosas con calma. Iría muy despacio, «que no crea que soy un perro. Ni de fundas». Sus citas con Cata por lo general terminaban con él llevándola al apartamento de ella, dejándola en la entrada del edificio y él sintiéndose bien porque no intentó nada más… ¡Qué caballero! Es que Lancelot come chitos al lado de Andrés. Todo siguió normal hasta que una noche al despedirse ella le dijo «un día de estos deberías pasar y consentirme un rato».
—Carajo, ¡me encanta esta viejaaaaa! Claro que sí. Prometido para la próxima.
No nos digamos mentiras: Si esta historia fuera todo felicidad y risas no sería interesante. En dos párrafos escribiría “FIN” y ustedes quedarían desparchados y aburridos y se van a leer otro blog. ¡Pues no! No será el típico “Se conocieron, se quisieron, se amaron y fueron felices”. Eso no pasa en la vida real, al menos no en la de Andrés. Toda rosa tiene su espina, todo cielo tiene su nube, todo jugo tiene su pepa. En fin, toda mujer tiene su pero, y el de Catalina nunca le había tocado a Andrés: No le gustaban los besos.
Sí, tal como lo leen. Cuando ella le contó eso a Andrés, él pensó lo mismo que ustedes: ¿GUATTTTTT?. Y reaccionó como era de esperarse: «Jejeje, tan chistosa que eres. No, en seeeerio. ¿No te gustan?». Es más, cuando Andrés me contó, tampoco le creí. Es que, ¿a quién no le gustan los besos?
Probablemente la mordieron en su primera experiencia “osculística”. De pronto el primer beso se lo dio alguien que venía de comer perro caliente con doble ración de cebolla. A lo mejor el primer beso se lo dio a la almohada y lo sintió muy trapudo. Digo, casos se han visto.
Claro, en mi espíritu periodístico le dije todo eso a Andrés. «No marica, yo le pregunté de todo y ella me dijo que nada de eso, que simplemente no le gustan, que no sabía por qué, pero que no le producían nada, que sentía más emoción viendo ‘El boletín del consumidor’».
Por supuesto eso le quitó muchos puntos a Catalina en el checklist mental de Andrés. Al lado de muchas cosas positivas tenía un graaaaan “NOMEGUSTANLOSBESOS” en la frente. Desde ese día él dejó de llamarla con la misma frecuencia. Eso para él era importantísimo.
En alguna salida a cine, la llevó a su casa en el carro, como siempre, excepto porque Catalina traía un dolor de cabeza monumental desde la mañana. Pues claro, a media noche ella ya estaba de muerte. En el carro, se le recostó en el hombro a Andrés para que él la consintiera un rato. Ahí él recordó la noche en que ella le insinuó que entraran al apartamento y se lo dijo: «Cata, pues… Si tú quieres entramos, te consiento un rato el dolor de cabeza y me voy. ¿Qué dices?».
—Aaaaaah marica, hasta que se animó, ¿no? —le dije a Andrés.
—Le juro por lo que quiera que no entré con la más mínima intención de hacer nada. Ella tenía un dolor de cabeza tenaz y se le notaba. Además ese es el TOP 1 en el mundo para no tener sexo.
—Claro, pero con el marido. Además esos son cuentos chinos.
—Bueno, listo, eso es cierto. Pero en serio yo no entré a eso. La vieja partiéndose del dolor de cabeza…
—Y partiéndose de buena —lo interrumpí.
—Sí, buena y todo pero tostada. Además ya no me interesaba. ¿No ve que no le gustan los besos?
—¿Y eso cuándo le ha importado?
—Marica, digamos que usted sólo la quiere por sexo. ¿Cómo la seduce sin darle un besito? Todo comienza con un beso, así sea chiquito. Tirar sin besar es raro, es como impersonal, ¿no cree?
—Bueno sí, tiene razón.
Pues Cata le dijo que sí. Parquearon y subieron a su apartamento. Ella apagó la mayoría de luces (por aquello del dolor de cabeza), puso música suave (por aquello del dolor de cabeza) y lo llevó a su cama para que la consintiera (por aquello del dolor de cabeza).
Pasado un rato ella ya se estaba durmiendo, así que Andrés le dijo inocentemente «Cata, deberías ponerte pijama o si no cuando te la pongas te despiertas y te da la misma. La idea es dejarte dormida e irme». Ella se dio la vuelta, lo miró inexpresiva, se levantó, rodeó la cama y caminó muuuuuy muy despacio hacia el armario. Era como un robot, sin alma ni sustancia.
Dándole la espalda a Andrés se desabrochó el jean y se lo quitó como si nada. «Marica, como si yo no estuviera ahí», me decía sorprendido Andrés. Obvio, ante semejante escena él quedó absolutamente embobado. Efectivamente, Cata tenía una de las colas más espectaculares que él haya visto. Creo que Andrés hasta dejó de respirar para no hacer ningún ruido y desconcentrar a la pobre muchacha. Para no alterarle su hábitat. Como cualquiera de nosotros —espíritus científicos— habría hecho. (Aquí le pueden dar play al video).
No siendo suficiente, Cata se quitó blusa y brasier con una agilidad que envidiaría el propio Nacho Vidal. Ella tenía una espalda bien bronceada, una piel lisa, un cuerpo espectacular color canela. Sacó del armario una camiseta blanca, y con ella en la mano se dio vuelta mirando hacia la cama, con Andrés en ella. Y lo miró mientras se terminó de vestir, inexpresiva.
Caminando despacio fue hacia la cama y se acostó junto a un Andrés que no terminaba de entender qué acababa de pasar.
Pues sí, volví. Y antes de que se me olvide, les dejo la banda sonora de la semana.
Noviembre ha sido un mes lleno de trabajo, muchas asesorías, así que tenía descuidado el blog, incluyendo las historias de Le Pasó a un Amigo.
Para los que están suscritos en mi newsletter, estoy preparando el primer reporte mensual de ingresos de este blog. Lo iba a hacer hasta octubre, pero ya mejor espero a la próxima semana e incluyo noviembre de una vez.
Como algunos saben, el blog se ha vuelto una parte muy importante de mi estrategia de Marca Personal, y la idea es que empiece a generar ingresos directos. En este momento la mayoría de mis clientes llegan por redes sociales. Si alguno quiere suscribirse, encuentra el formulario al final de esta entrada.
En cuanto a emprendimiento, también estoy preparando un formato de Early Adopter y Propuesta de Valor, una herramienta muy útil para emprendimientos en etapas tempranas o en proceso de ajustes. Confío en que la próxima semana esté disponible.
Si deseas agendar una asesoría para tu marca personal o tu emprendimiento, escríbeme a mis redes sociales, mi correo, o por Whatsapp.
Eso es todo por esta semana. Nos seguimos leyendo, en diciembre espero publicar más seguido.
Happy decembring. ¡Chau!
También estoy en Facebook, LinkedIn e Instagram. Estoy empezando a mover mi cuenta en TikTok.
Y a ratos escribo en El Tiempo.