Previously on “Le pasó a un amigo”.
Andrés no conocía a Mayra, la vigilante de su edificio, que estaba más buena que un bollo limpio. Es que ella es costeña. Pero por cosas de la vida, terminaron hablando, cruzando WhatsApps y decidieron salir un fin de semana. (Acá puedes leer la primera parte completa)
Peeeeeero, pero pero… justo ese fin de semana había elecciones, por tanto ley seca. Eso fraguaba todos los planes que tenía Andrés, llevarla a ese bar, bailar toda la noche y, ojalá, cerrar ese negocio. (Acá puedes leer la segunda parte completa)
Finalmente se fueron a un hotel. Cenaron, charlaron… cuando Mayra le preguntó a Andrés si tiene aceite, como para un masaje… (Acá puedes leer la tercera parte completa).
«Qué delicia hacerle un masaje a esta nena. Y no tuve ni que proponerle nada más. ¿Pero de dónde coños saco yo aceite a esta hora? Lo único que tengo es el aceite del carro pero no creo que sirva para la faena. ¿Qué coños me invento?»
Andrés no sabía qué hacer.
O sea, el aceite no era obligatorio, pero como idea era buenísima. ¡Y no se le ocurrió a él!
Fue al baño a ver si había algo.
¿Crema dental? No, la dejo mentolada y no creo que le guste (¿cómo le meterán las rayas?).
¿Shampoo? Nada, empezamos a sacar burbujitas. ¿Un gorro de baño? Nada, cero sexy. No había más.
Maldición ciega.
En medio del desespero Andrés llamó a recepción.
—¿Recepción buenas noches?
—Hola. Necesito un gran favor. A mi novia (no le iba a decir que es el arrejunte) se le está irritando un tatuaje que se acaba de hacer. ¿De casualidad venden alguna crema o algo por el estilo?
—Mmmmm, no señor Andrés. Acá no tenemos esas cosas. Pero permítame un segundo reviso a ver si yo tengo en el bolso.
…
—Marica, ¿en serio la del lobby le respondió eso? –le pregunté a Andrés riéndome– ¿Así de querida la vieja? Usted si es muy de buenas en la vida, no me joda, jajajaja.
—Jajajaja, pues a ese nivel. Le debí caer bien.
…
—No señor, no tengo nada en el bolso. ¿Pero sabe qué se me ocurre? Acá como a 500 metros hay un Farmatodo, yo creo que ahí consigue.
—¿En serio? Pero está como tarde, ¿no? Es media noche.
—No señor, ese es 24 horas. Allá consigue de todo.
—Buenísimo, señorita. ¡Muchas gracias!
…
—¡Listo Mayra! Que dizque hay un Farmatodo acá no más. Lo único es que no puedo ir en el carro porque ya me tomé varios tragos. Toca a pie.
—¿Seguro? ¿A esta hora?
—Pues… según la nena de recepción no es tan lejos. Y pues… si llevo al carro y me cruzo con algún policía hasta ahí nos llega el plan. Prefiero arriesgarme a pie.
—Bueno, pero lleva el celular y vamos hablando mientras tanto.
Pues así fue. Andrés iba cargado del susto, pero ese arrocito no se le iba a enfriar. No se veía a nadie por ahí, cosa que era buena y mala. Porque no había nadie a la vista, ni ladrones.
A las pocas cuadras vio una luz. Literal. Era la luz de un puesto de perros, con un par de carros parqueados y un grupo comiendo. Eso le dio moral a Andrés y se sintió más tranquilo.
Finalmente vio otra luz, la del Farmatodo. Andrés entró apurado y adentro, además de los empleados, había un grupo de policías comiendo papas fritas. Andrés solo pensó en que menos mal no llevó el carro.
Con todo el afán del mundo buscó el pasillo de las cremas y empezó a buscar.
No tenía idea qué crema sirve para esos casos, así que agarró la primera Nivea que vio, le tomó una foto y se la envió a Mayra por WhatsApp.
A lo que ella respondió “pues no la conozco, pero supongo que esa sirve”.
Andrés pagó más afanado que Community Manager en Black Friday. Saludó con la mirada a los policías y salió en pura para el hotel.
Lo bueno es que ya iba a llegar caliente y con cardio.
Lo malo es que de pronto Mayra se le durmió. ¡Y ESO NO PUEDE PASAR!

Tras correr los 400 metros nocturnos planos y con obstáculos Andrés llegó al hotel.
Saludó a la recepcionista, que lo miró con cara de… Andrés no sabe si cara de “ah picarón” o de “ay tan lindo que le trajo crema a la novia”.
En el ascensor Andrés aprovechó para recuperar el aliento y finalmente llegó a la habitación pensando “Dios mío que no esté dormida que no esté dormida que no esté dormida.”
Se escuchaba algo de música, más salsa de alcoba. Entró a la habitación jadeando y ¡OH SORPRESA!
ContinuaráMENTIRAAAA. Hoy termino esta historia. No se me disgusten.
OH SORPRESA: Estaba despierta.
—¡Listo Mayra! Habemus crema. Quítese pues todo eso que le voy a dar un buen masaje.
—JAJAJAJA, ay Andrés, qué cosas dices.
Al principio Andrés pensó que estaba siendo muy atrevido, pero cogió confianza cuando vio que ella se empezó a quitar la ropa.
Imagínense la cara de pendejo de Andrés.
Ese mujerón, esos 27 años y 50 kilos de costeña muy bien hechecita, con una cola más dura que un mes sin ventas.
Se quitó casi todo, hasta quedar en tanga y se acostó en la cama bocabajo.
Corriéndose el pelo de la espalda le dijo “Dale. En serio necesito un masaje”.
Cuando Andrés pudo cerrar la boca y reaccionar, destapó la crema, se puso un poco en las manos y empezó a darle un masaje, primero en los hombros, después ya se imaginarán. No detallo porque no es ese tipo de blogs.
—¿Y qué, marica? ¿Todo lo que se imaginaba? –le pregunté a Andrés.
—¡Uy, y hasta más! Con decirle que casi ni me tuve que mover. ¡Ella hacía todo! Me hizo recorrer toda la habitación, que la silla, que el escritorio, que el baño… mejor dicho, la cama nos miraba con envidia. Yo creo que fue ella la que pensó que no le di la talla. Esa vieja es candela.
—Como buena costeña –dijo la Gorda.
Al otro día se levantaron tarde, ambos renovados y descansaditos. Solo los hizo levantar el hambre. Se arreglaron, bajaron al restaurante y desayunaron. Antes de medio día volvieron a Bogotá, felices. O al menos Andrés.
—¿Y qué? ¿Repitieron? ¿Se hacen ojitos cuando entra al edificio? Jajajaja.
—No parce, normal. No nos decimos nada porque si damos papaya se arma el chisme. Pero sí repetimos.
—No jodás. ¿Ahora sí la llevó a Melgar?
—Neh. Unas noches después le escribí y subió al apartamento. Pero eso sí fue el típico rapidín.
—Aaaaah, vea. Bueno, bien. Fue final feliz.
—Como los masajes. Con final feliz. –dijo la Gorda.
Y tenía toda la razón.
—F I N—
*Ruedan créditos.
PORRRRFINNNN terminé esta historia. Me demoré como 2 años, jajajaja.
Ustedes saben, el trabajo y esas cosas. Gracias por la paciencia.
Acepto que en parte fue por la “presión” de Sandra, una fiel lectora. Abrazo para ella.
En otras noticias, les cuento que ando organizando mis servicios.
Hasta ahora he ofrecido mis asesorías únicamente individuales, 1:1. Pero, pensando en ayudar a otras personas, abriré un paquete con asesorías grupales, con el precio a la mitad. Creo que eso puede favorecer a quienes no tienen los recursos para pagar las asesorías individuales.
Eso lo contaré con más detalle en los Marmogramas, mi newsletter de Marca Personal. Acá te puedes suscribir.
También tengo una comunidad de productividad, en la que cada semana comparto consejos, herramientas y noticias. Es por membresía.
Confío en que cada vez tenga más tiempo para escribir historias de Andrés. Tengo varias en remojo.
De nuevo gracias por la paciencia.
Omar. (Sígueme en Instagram)