– Más sabe el diablo… –
No se veían hace mucho rato y se encontraron en una fiesta familiar; ella es amiga de la familia así que conoce a Andrés desde que era un niño. La diferencia de edades no es tan grande pero sí lo suficiente como para que a él jamás se le pasara tener algo con ella, al menos no en la vida real. Cuando era niño la veía llegar de visita a la casa mientras él jugaba con sus amiguitos.
Era un grado, así que la fiesta era formal, todos con su mejor vestido. Y ya habían pasado los suficientes años como para que Andrés le causara a ella malos pensamientos, pero no tantos como para que ella no a él. Ella le dijo algo como «Hola Andresito, ¿cómo estás? Tú siempre tan churrito, ¿no?»
Ella siempre fue coqueta con él, pero para Andrés no pasaba de ser un juego inocente, hasta esa noche. «Uy Verónica, qué bien se te ve ese vestido largo. Aunque lástima lo largo». «No, largo me gusta más», respondió Verónica con mirada muy pícara y tono aún peor. Obvio, Andrés sintió un escalofrío por todo el cuerpo y aunque él asegura que no, sus amigos sabemos que se puso más colorado que la pollera.
La charla continuó, con algunos indirectazos disimulados. No se podía avanzar mucho más ya que estaba toda la familia presente. De repente Verónica empezó a hablar de sexo sin preocuparse, dándole consejos al primito del grado, pero sin dejar de mirar a Andrés de manera provocadora.
Las mujeres saben cómo provocar y los hombres lo sabemos y caemos. Ni hablar de cuando sirvieron el postre: Andrés sólo pensaba que la ‘señora’ no sólo usaba bien la lengua para hablar.
La noche se le hizo muy corta a Andrés. Ojalá hubiese sido tan larga como la falda de Verónica. Hay que decir que ella, aunque tenía sus años, se veía muy bien con su figura delgada, no muy voluptuosa, para nada como cualquier otra mujer de su edad, muy bonita (yo la conocí por accidente y puedo dar fe) por lo que Andrés no entendía por qué nunca se casó. Tampoco le conocía novio. O al menos no lo llevó a la fiesta.
Al finalizar la fiesta intercambiaron teléfonos con la promesa de salir algún día «a cine, o a tomar café, Andresito. Me llamas y listo». Él la acompañó al carro y ella le dio el beso que sólo una mujer como ella sabe dar.
En cinco segundos de beso lo transportó mentalmente a la habitación de Verónica, desordenaron todo, rompieron jarrones, destendieron camas… Andrés fue… y volvió.
Necesitó un par de segundos más para recuperarse y asimilar ese huracán que le acababa de pasar por encima sin despeinarlo, mucho.
Dejó que ella se fuera para quitarse la cara de tarado y entrar a la fiesta “como si nada”. Esa noche cuando se acostó, se dijo «marica, voy a coronar cuchi-barbie».
Pasaron unas semanas y por fin se decidió a llamarla. No quería pasar por el niñito intenso. Además pasó mucho tiempo pensando en qué plan armar: aquí la invitación a helado no cabía. Tampoco el plan de cervezas en los bares de la universidad, que eran los únicos que conocía. Él no se atrevería a llevarla allá con todos sus amigos rondando para morbosearle la conquista, o gritarle ‘asalta-tumbas’ a Andrés.
Finalmente optó por aceptar su inexperiencia con mujeres mayores y sincerarse con ella: «Vero, no sé a qué invitarte, tú decides». Ella se rió a carcajadas y le dijo «fresco Andresito que yo no me pongo con pendejadas. Yo sé qué es lo que quiero de ti. Dime en dónde te recojo a las 9 de la noche y yo te armo el plan».
Luego de que él cerrara la boca, acordaron lugar.
Andrés no lo podía creer: una mujer, en toda la expresión de la palabra, lo iba a recoger, él se subiría, al carro, y se dispondría a pasar una noche que perfectamente podría pasar a la historia (la de Andrés, obvio).
Sería una noche apoteósica. ¡¡No iba a comer hamburguesa sino langosta!! La locura automática. Se puso la mejor pinta que encontró y se fue a cumplir la cita.
(A que ustedes también se imaginaron esta canción).
¿Será que Andrés cambia de menú? ¿Será que Verónica hace la dieta del colágeno? ¿Se enterará la familia? ¿Será que para este frío tan berriondo en Bogotá? La respuesta a estas preguntas en el próximo episodio de… “Le pasó a un amigo”.
[Ruedan créditos]
Aprovecho para agradecer a todos los que leen, sobre todo a los que comparten y comentan. Alguien escribió que la siguiente historia se llamaría “Juliana, el origen” y casi me atraganto con el chocorramo que me estaba comiendo. Le voy a cobrar la limpiada de la pantalla del computador.
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En este proceso ya vendí mis primeros 100 dólares [ENLACE], “sin hacer nada”. Es decir, dejando que el blog venda solito. Lo único que yo hago es tenerlo bonito y escribir. Obvio, con técnica y con estilo, o sea.
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Ese Andrés … Igual, le van a dar tres vueltas y dejando viendo un chispero jajajaajajaja …
Jajaja. Ya lo conoces.
Debrías poner a sufrir a Andres por le menos 5 capitulos mas antes de coronar bagre en salsa de mortiños.
Jajajaja. Cuánta maldad.