Andrés no se siente muy orgulloso de esta historia. Cuando la contó se le notaba el sentimiento a flor de piel. Pero hay que contarla. Que el mundo lo sepa.
Le pasó a un amigo: La cocinera.
-Ni tanto que queme al santo… –
Todos hemos tenido arrocitos en bajo. Y tooooodos hemos sido el arrocito en bajo de alguien, aunque no sepamos. O lo neguemos.
Andrés la conoció por coincidencia, como suele pasar. El flechazo fue inmediato pero no obvio. Que no se diga que Andrés es “boleta”. ¡No nonono-nó! Cuando su amiga Luisa le dijo «Mira Andrés, ella es Paola» él se presentó naturalmente: «Hola Paola, ¿cómo estás?» saludó con sonrisa ganadora. Aunque lo que tenía en mente era algo tipo «Uuuuy, mucho gusto todoeso-diosmelabendigamiamorrrrrr». Paola tenía una de las bocas más sexis que Andrés haya visto jamás. Y ella lo sabía.
Al principio él no le prestó mucha atención, precisamente porque no quería ser muy obvio. Esa noche la situación no pasó del juego de miradas, típico dos personas que se gustan. Andrés sabía que toda mujer, comprometida o no, disfruta sentirse observada, siempre y cuando no sea de manera obscena o morbosa, cosa que él nunca fue. Cuando se despidieron, quedaron en hablar nuevamente, pero no hubo intercambio de números, correos, Instagram, Twitter, TikToks, agendas, fluidos, ropa ni nada que se le parezca. Andrés confiaba en que se volverían a ver gracias a Luisa.
Un par de meses después, se hizo en un bar una celebración de los amigos de Andrés y Luisa, y ella invitó a Paola, como esperábamos. A pesar de que la noche siguió su curso normal —licor, música, baile, coqueteo, miradas y esas cosas— él no se imaginó jamás lo que pasaría después.
Nunca había conocido a alguien que supiese manejar con tal maestría su sensualidad, alguien que supiera coquetear de manera tan clara y a la vez sutil. Eran sonrisas y miradas muy disimuladas, y a su vez eran tiros directos al arco. Casi que se podría decir que nadie más lo notó. Paola sabía que sus sonrisas pícaras eran matadoras e infalibles.
Cada vez que bailaban juntos se sentían los corrientazos, la energía fluía entre ambos de una manera casi mágica. Los acercamientos hacían cortar la respiración de ambos. «Marica, yo me le acercaba y sentía la respiración de ella en mi cuello. Usted me entiende», me decía Andrés emocionado. Esa vieja lo flechó.
Cuando no bailaban juntos, se seguían con la mirada… como retándose mutuamente a no caer en las redes del otro. Aún cuando alguno bailaba con otra persona, no dejaban de mirarse. Ella lo miraba como diciéndole «yo no voy a caer en tu jueguito, yo sé que eres un perro». Él le devolvía las miradas con picardía y un «¡vas a caer! ¡YA CAÍSTE!». Y aunque era la segunda vez que se veían, todo estaba dicho. Era cuestión de tiempo: esos cuerpos no aguantarían mucho más. Es que la carne es débil. Y el diablo es puerco.
Cuando los sacaron del bar, Juan David, el amigo más alegre del combo, gritó medio borracho «¡¡VAMOS A SEGUIRLA DONDE LUISAAAA!!» Y la siguieron donde Luisa. Aunque seguirla, lo que se dice seguirla, no la siguieron mucho porque fueron cayendo todos alcoholizados, uno tras otro. Todos excepto Paola y Andrés, que sabían que no fueron a emborracharse sino todo lo contrario. La física química era latente, esa vibra casi que se podía tocar con los dedos.
A eso de las 2 AM sólo quedaba un amigo despierto. Y sobrio, maldita sea. Así que la solución no era esperar que se durmiera sino despacharlo. Ella le hizo ojitos a Andrés y él entendió. Así que le fueron pidiendo un taxi, medio disimulado pero medio de frente. Cuando la App sonó, Andrés lo acompañó a la puerta. «Chao Camilo, no llame cuando llegue, por favor».
Cerró la puerta y se dio vuelta triunfante. ¡OH SORPRESA! Ahí estaba Paola, a escasos 30 centímetros de él. Muy sigilosa y muy oportuna, prácticamente le leyó la mente a Andrés. Con el pulso a mil, no estaba pensando mucho, así que la tomó de la nuca y la besó sin dudarlo y con mucha pasión. Era un beso que estaba esperando por meses. Fue un beso de esos que se dan con todo el cuerpo. No se sabía quién lo había ansiado más.
Después de ese primer largo y apasionado beso se detuvieron, medio jadeando, y —como sucede en las películas— Paola lo arrinconó contra la pared empezó a desabotonarle la camisa y le dijo al oído «Andresito, esto es sólo un reconocimiento de cuerpos, ¿ok? No te ilusiones». Él sintió morir, no por lo terrible sino porque debía estar en el cielo, con angelito y todo. Esa mujer respiraba sensualidad por cada uno de sus poros.
Las cosas siguieron como venían… y ambos se dejaron llevar, sin importar que, a pocos metros, muchos de sus amigos estaban durmiendo la borrachera. Por el contrario, lo disfrutaron. Fue una noche de copas una noche loca.
(Pausa para respirar hondo, emocionarse y retomar).
Durante un buen tiempo siguieron saliendo. Se veían con frecuencia. Iban a cine, a compartir con amigos, él la recogía en su trabajo, ella a él… en fin, era una relación que avanzaba muy bien. Andrés estaba sinceramente comprometido con Paola, como hacía rato no le pasaba. Le entusiasmaba la idea de enseriarse, sobretodo porque se entendían muy bien; se la llevaban de maravilla.
Pero como suele suceder cuando las cosas son demasiado perfectas, ella empezó a alejarse. Andrés no sabía por qué ya no se veían tan seguido, ya ella prefería dormir hasta tarde un domingo y verse una vez por semana. Ya no salían los viernes; ella se iba… «con mis amigas, Andresito. Es que desde hace rato estamos posponiendo esta reunión y ya me da cagada con ellas».
Todo eso era cierto, y él nunca lo dudó pero no por eso le era más fácil. Un poco desconcertado, Andrés optó por hacer lo mismo y se alejó. Empezó a salir sólo con sus amigos y ya no la invitaba a todo. Si Paola quería ir, bien, pero si no pues él no iba a dejar de hacerlo. Sensato.
Como era de esperarse, mientras más se alejaba Andrés, más lo buscaba Paola. Las llamadas empezaban con un «¡¡Andresiiito, hooola!! ¿Por qué tan perdido, ah? No me volviste a llamar. Cómo te has vuelto de ingrato».
Por supuesto el pendejo este cayó. Y se la creyó. Volvió a llamarla cada cierto tiempo para saludar, como para no dejar enfriar las cosas. Ella era un sol: le mandaba mensajes cargados de sentimientos, le decía lo bien que se sentía con él. «Andresito, no sé por qué se me pasa tan rápido el tiempo contigo. Hacía mucho yo no duraba tanto en el teléfono. Es que contigo la paso genial».
Pasado un tiempo, cuando Andrés sintió que las cosas volvían a tomar buen camino, Paola cambió de nuevo su comportamiento. Las cosas se enfriaron y él quedó de nuevo sin piso y extrañado.
Una noche de cervezas una buena amiga le dijo a Andrés: «Mira, esa vieja lo que es es una cocinera. Y tú el su arrocito en bajo. Ella pone a calentar el arroz pero cuando siente que se está calentando como mucho, pues lo enfría. Y cuando ya está frío, lo pone a tibiar un poco, y llega al punto en que lo vuelve a enfriar. Hasta que se lo tira y no se lo come nadie, ni ella. Es simple».
Y sí. Tras pensarlo varios días Andrés se dio cuenta que es así, que Paola sencillamente lo tenía para pasarla rico. Solo lo veía como un pedazo de carne. No era más que una cara bonita.
De acuerdo: Paola lo quiere, le interesa un poco, pero no tanto como para tener una relación seria. Él era su arrocito en bajo y él debía aceptarlo.
Claro, Andrés finalmente lo aceptó, en el mismo instante en que decidió que aprendería a cocinar.
*Ruedan créditos, suena banda sonora
Historia corta, para que no se diga que siempre los dejo en suspenso, con la intriga, que el colmo Marmota, cómo nos haces eso. ¿Ven? Yo pienso en ustedes.
Se acabó enero y casi no publico. Ando en semana de buscar apartamento/trasteo. Esa es la excusa que tengo esta vez, jajaja. Ya conseguimos apartamento (ya no me aguantaba a mis vecinos acá), así que ando feliz de la vida. Donde sí publico permanentemente es en mis redes sociales, les dejo enlaces al final.
Aprovecho para pedirles que se suscriban a la lista de correo, para avisarles cuando publique una nueva historia. Y les debo el reporte mensual del blog, consolidando enero. Como todo enero, empezó lento, pero ya hablaremos de eso.
Espero que hayan tenido un gran comienzo de año y que lo que venga esté bom-bi. Nos seguimos leyendo.
Ahora sí, ¡chau! Happy dosmilveintidosing.
Si quieres leer otros Marmotazos:
Un día Juliana llegó.
La Cuchi-Barbie
No cobres por lo que cuesta, cobra por lo que vale.